Gracias a este reto he encontrado mi deporte. Porque es una gozada sin mayor esfuerzo físico. El equipo necesario para bucear es barato y ocupa poco sitio: unas gafas, tubo y aletas.
Solo hay que buscar una zona tranquila en la que poder hacerse el muerto boca abajo y flotar durante horas observando el lecho marino. Además yo tengo la gran ventaja de que floto sin esfuerzo, lo que me cuesta es sumergir el culo. La mayor complicación puede ser la sensación de ahogo, o que entre agua en el tubo. Pero nada que no se pueda remediar sacando la cabeza a la superficie.
Como principiantes, elegimos la Isla de Tabarca para estrenarnos y ya hemos decidido repetir antes de que acabe el verano. Lo mejor es un día despejado para que el sol ilumine el fondo. Así pudimos ver cómo comían los pececitos y varios erizos.
El fallo técnico del día: no contaba con las calas rocosas y no tenía calzado adecuado para acceder, por lo que acabé un par de veces en el suelo y con algún que otro rascón. Y también he aprendido que uno no debe sentarse en las rocas o caminar sin mirar por dónde lo hace, puede que en vez de un alga sea un erizo descansando tranquilamente...
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