domingo, 13 de julio de 2014

"Ardiente verano" de Noelia Amarillo

 Como lo prometido es deuda, toca novela erótica. Pero no de esas que tienen algunos momentos contados de pasión sin entrar en mucho detalles. No, Ardiente verano es una de esas que te hacen sonrojar, mirar hacia otro lado y rezar para que la que tienes sentada al lado no mire la pantalla de tu ebook y descubra que tu rubor es fruto de unos encuentros sexuales muy explícitos. 

 Ya os he hablado alguna que otra vez de Noelia Amarillo y sus sagas memorables. Esta vez nos cuenta la historia de María y Caleb, que empieza de una forma inesperada y acaba como más o menos te imaginas desde el principio. No por ello es un punto negativo, que lo que hay entre medias es una relación muy intensa. Y no me seáis mal pensados, que el título es porque en el pueblo hace mucha calor en pleno julio (entre otras cosas tórridas...).

 Hay una reflexión a lo largo del libro, que más de una vez me he hecho en mi vida, igual que María. Lo que es tener "un pueblo". 
Hay momentos en los que envidias a la gente que tiene pueblo, es decir, que se pasa el año esperando esos días en los que pueden escapar de la ciudad y desconectar allí. Pero no es ir a un pueblo grande, sino pequeñito (aldea sin cobertura), de esos que en invierno se quedan 10 ancianos y en verano son 300 personas que de alguna forma u otra están conectados, ya sea por lazos familiares o por pandillas que se formaron desde que tenían pañales.  Y claro, cuando alguien te lleva a su pueblo te sientes desorientado, porque no estás acostumbrado a esa forma de vida, ni a esas juergas, fiestas, o bromas. Entonces llega el momento negación: "no sé qué le ves al pueblo con lo bien que se está en casa". Y no te das cuenta que precisamente esa persona está en casa, aunque te cueste creerlo.

Siempre he pensado que una novela erótica no debe ser fácil de escribir, y me asombra lo bien que Noelia Amarillo capta cada matiz. Porque no escatima en detalles, involucra al lector en cada parte y lo endulza con una trama atrayente. Cada encuentro diferente, cada juguete una novedad, cada escenario pensado hasta el detalle. 

Eso sí, tomároslo con calma, y recordad: no hay que pedirle peras al olmo, que en los libros hay mucha perita en dulce y en casa puede que tengáis olmos secos.

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