Esta semana me he quitado esa espinita que tenía de dormir en una tienda de campaña. Como no ha surgido la ocasión de irme de acampada como tal, planté una tienda en el jardín de casa.
Aunque no es realmente lo que habría querido hacer, me conformo, pues el dolor de espalda por dormir en el suelo lo tuve igual.
Eso sí, mi madre dice que aunque acampe a lo "perroflauta", las lentejas y el pescado seguirán estando en el menú y que mis reivindicaciones no serán escuchadas. Pues vaya...
Gracias a mi amiga Raquel por prestarme su tienda, que el verdadero reto llegó a la hora de recogerla y meterla de nuevo en la bolsa. Montar se montará en dos segundos, pero recogerla... poco me faltó para llamarla y que viniera a socorrerme.
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